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André Luiz


En el año 1944 se publica en Brasil el libro “Nuesto Hogar”, dictado por el espíritu André Luiz, revolucionando el mercado editorial brasileño, y en cierto modo, la concepción acerca de la vida después de la tumba. “Nuestro Hogar” describe las actividades de esta ciudad espiritual próxima a la Tierra, transformándose en objeto de estudio y discusión en los círculos espíritas del país.


A continuación una biografía de André Luiz:

André Luiz no es su verdadero nombre.

De él se sabe sólo que fue médico sanitario, en el siglo iniciado, y que ejerció su profesión en Río de Janeiro, Brasil.

Según sus propias palabras, optó por el anonimato, cuando toma la decisión de enviar noticias del más allá de la tumba, por comprender que “la existencia humana presenta una gran mayoría de vasos frágiles, que no pueden contener aun toda la verdad”.

Declara Emmanuel, en el prefacio de “Nuestro Hogar”, que él, “por traer valiosas impresiones a los compañeros del mundo, necesitó despojarse de todas las convenciones, inclusive la del propio nombre, para no herir corazones amados, envueltos aun en los viejos mantos de la ilusión.”

Una inmensa curiosidad cercan la personalidad del benefactor y se entreven hipótesis, sin que se llegue a su identidad real. André Luiz, no obstante, fiel al deseo de servir sin honra, y atento al compromiso con la verdad, prosigue derramando bendiciones en forma de libros, sin curvarse a la curiosidad general.

Importa lo que tiene que decir, de espíritu a espíritu.

La vanidad del nombre o consagraciones pasadas ya no encuentran eco en su corazón lúcido y ennoblecido.

André Luiz fue, positivamente, de entre todos los Benefactores que escribieron a los encarnados, el que mantuvo fidelidad mayor a los postulados espíritas, notadamente a Allan Kardec. Su trabajo en lo que concierne a la forma y al fondo, se nota en todo por el respeto y lealtad mantenidos, a lo largo del tiempo, al Codificador y a la Codificación.

Por más de cuatro décadas, André Luiz trabajó activamente junto a la Siembra Espírita, coronándole la excelencia y esclareciendo caminos.

Chico Xavier, el médium que sirvió de “puente”, hoy desencarnado, no pudo ofrecer más una mano segura a la transmisión de sus enseñanzas luminosas.

No sabemos si André Luiz volverá por la mano de otro médium. De este modo, resta sólo, a los espíritas y admiradores, el estudio de su obra magnifica, callando interrogaciones para atenerse a las lecciones suministradas, de mente despejada y corazón agradecido. Como él, ciertamente, aguarda sea hecho.

La Luminosa Trayectoria

EL HOMBRE – André Luiz traza de sí mismo un perfil común, previsible, sin grados o grandezas espirituales. Después en las primeras páginas de “Nuestro Hogar”, dice, refiriéndose a su personalidad de entonces: “Hijo de padres tal vez excesivamente generosos, conquisté mis títulos universitarios sin mayor sacrificio, compartí los vicios de la juventud de mí tiempo, organicé el hogar, conseguí hijos, perseguí situaciones estables que garantizasen la tranquilidad económica de mí grupo familiar, pero, examinando atentamente a mí mismo la silenciosa acusación de la conciencia.”

Habitó en la Tierra, gozando de los bienes, cogió las bendiciones de la vida, pero no le retribuyó un ceitil (moneda antigua portuguesa) del débito enorme. Tuvo padres, cuya generosidad y sacrificios por él nunca valorados; esposa e hijos que se prendieron, ferozmente, en la tela rígida del egoísmo destructor. “Poseí un hogar que cerré a todos los que andaban el desierto de la angustia. Me deleité con los júbilos de la familia, olvidado de extender esa bendición divina a la inmensa familia humana, sordo al mantenimiento de deberes de fraternidad.”

EL APRENDIZ – Es posible acompañar esta personalidad en André Luiz por casi todo el volumen de la serie “Nuestro Hogar”. En el Umbral, se irrita con la acusación de suicida e intenta reunir fuerzas para golpear a los agresores, sin éxito; ya en Nuestro Hogar, aun frágil, se ofende con las verdades que el médico espiritual le explica, analizando su desencarnación prematura; recuperado, quiere trabajar, anhelando el viejo cargo de médico, sin reflexionar sus reales posibilidades en el campo de la medicina espiritual; junto a la madrecita, se queja llorando de sus dolores y dificultades, infantilizándose; en las Cámaras de Rectificación, como hombre común y de pasado vicioso, es llevado a encarar, cara a cara, a la mujer que hizo infeliz un día, en una juventud distante; fiel y apegado egoístamente a la esposa dejada en la Tierra, se abstrajo de participar momentos de placer y amistad con el elemento femenino, dejando de acompañar a Lisias y demás amigas al Campo de la Música.

Es sólo poco a poco que André se conciencia de su nueva posición y responsabilidad. Llora con frecuencia, oyendo verdades que no toleraría en la Tierra, allí orgulloso y arrogante; aprende humildad a duros golpes; observa, oye, pregunta, medita…

Así lo vemos creciendo con las dificultades y superando desafíos, en la intuición sincera de perfeccionarse. Ayuda a Elisa, la joven desdichada, sirve a los enfermos de las Cámaras de Rectificación con redoblado cariño, siéndole, no el médico, sino el hermano dedicado y vigilante acepta las recomendaciones de Genesio y de su madre, vigilando pensamientos y sentimientos inferiores, para aprender a callar quejas y amarguras improcedentes; y, finalmente, buscando la integración perfecta con el clima armonioso y elevado de Nuestro Hogar, a través del trabajo y de la renovación íntima, recibe la ansiada autorización para volver al hogar terrestre, el cual no pudo visitarlo antes.

EL NUEVO HOMBRE – Sintiéndose como un niño, en la compañía de los Mentores que le proporcionó el regreso a la casa, no contiene en sí la alegría y el júbilo de volver a los suyos. Entra en la antigua casa, extrañando la decoración y echando en falta detalles, como un gracioso retrato de la familia que adornaba la entrada, embelleciéndola singularmente.

Aun así, feliz y exuberante, corre al encuentro de Zelia, su amada esposa, gritándole su nostalgia y su amor, pero ella no lo oye. Desorientado, se abraza a ella, pero en vano: Zelia parece completamente indiferente a su cariño y a su abrazo.

Entonces, oyéndola hablar con alguien, descubre el segundo casamiento: “Pero doctor, ¡sálvelo, por caridad! ¡Se lo pido! ¡Oh, no soportaría una segunda viudez.”

André Luiz describe así su decepción y su sufrimiento: “Un rayo no me fulminaría con tan gran violencia. Otro hombre poseyó mí hogar. La esposa me olvidó. La casa no me pertenece más. ¿Valía la pena haber esperando tanto para sentir semejantes desilusiones?”

Y prosigue, recordando los duros momentos de su vuelta al hogar terreno: “Corrí a mí cuarto, viendo que otro mobiliario existía en el dormitorio espacioso. En la cama estaba un hombre de edad madura, evidenciando un delicado estado de salud…

De pronto, tuve ímpetu de odiar al intruso con todas mis fuerzas, pero ya no era yo el mismo hombre de otros tiempos… Me sentí decepcionado y molesto, viendo a Zelia entrar en el aposento y de el salir, acariciando al enfermo con la ternura que me diera en otros tiempos… Mí casa me pareció, entonces, un patrimonio que los ladrones y los gusanos habían transformado.

¡Ni haberes, ni títulos, ni afectos! Solamente una hija estaba allí de centinela a mí viejo y sincero amor.”

A la tarde del día siguiente, André recibe la visita de Clarencio que, percibiendo su abatimiento, le dijo: “Comprendo tú amargura y me alegro por la buena oportunidad de este testimonio… No puedo olvidar aquella recomendación de Jesús para que amemos a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos, opera siempre, cuando es seguida, verdaderos milagros de felicidad y comprensión, en nuestros caminos.”

André pondera el alcance de las palabras de Clarencio y, sintiéndose realmente renovado, en otro hombre, a quien el Señor había llamado a las enseñanzas del amor, de la fraternidad y del perdón, reflexiona con más serenidad: “Al final de cuentas, ¿por qué condenar el procedimiento de Zelia? ¿Y si fuese yo el viudo en la Tierra?

¿Habría, acaso, soportado la prolongada soledad? ¿No habría recorrido a mil pretexto para justificar un nuevo casamiento? ¿Y el pobre enfermo? ¿Por qué odiarlo? ¿No era también mí hermano en la Casa de Nuestro Padre? Necesitaba, pues, luchar contra el egoísmo feroz…”

De inmediato, busca auxiliar a Ernesto, el nuevo esposo de Zelia, pero se siente flaco, debilitado, comprendiendo entonces el valor del amor y de la amistad, alimentos confortadores absorbidos en Nuestro Hogar. En oración, clama el auxilio de Narcisa, su gran amiga de las Cámaras de Rectificación. Juntos se dirigen a la Naturaleza exuberante, de allí recogiendo los elementos curativos para la enfermedad del doliente.

Recuperado el enfermo, y restituyendo la alegría a la antigua casa, André Luiz vuelve a Nuestro Hogar, sintiéndose jubiloso y renovado. Pero al llegar, una inmensa sorpresa lo aguarda: Clarencio, en compañía de decenas de amigos, viniendo a su encuentro, saludándolo, generosos y acogedores. El bondadoso viejito se adelanta y, extendiéndole la mano, dijo conmovido: “Hasta hoy, André, tú eras mí pupilo en la ciudad; pero, para el futuro, en nombre de la Gobernación, te declaro ciudadano de Nuestro Hogar.”

En la imagen Francisco Cândido Xavier, médium que psicografió las obras de André LuizEL MENSAJERO – Una inmensa transformación se opera en el interior de André. “Impulsado a destruir mis castillos de exclusivismo injusto, sentí que otro amor se instalaba en mi alma”. Vuelve a frecuentar el nido doméstico, no más como señor, sino como alguien “que ama el trabajo de la oficina que la vida le designó”; auxilia a Zelia, y todo cuanto está en sus fuerzas, ampara a los hijos y evita encarar al segundo marido como el intruso que le robó el amor de la compañera en el mundo.

Una alegre esperanza se le diseña en el espíritu, pero se siente vacío, de alguna forma, con tedio. Comprendiendo la transformación, le dice Narcisa: “André, amigo mío, tú está haciendo una renovación mental.

En tales periodos, extremas dificultades espirituales nos asaltan el corazón… Sé que tú experimentas una intraducible alegría al contacto con la armonía universal, después del abandono de tus creaciones caprichosas, pero reconozco que, al lado de las rosas del júbilo, enfrentando los nuevos caminos que se desvelan para tú esperanza, hay espinas de tedio en las márgenes de los viejos caminos inferiores que tú vas dejando atrás.

Tú corazón es una copa iluminada a los rayos del amanecer divino, pero vacía de los sentimientos del mundo que la llenaron por siglos consecutivos.”

“No podría, yo mismo, formular tan exacta definición de mí estado espiritual”, se conmueve André Luiz. Y conociéndolo bien, su temperamento agitado, Narcisa le sugiere, con felicidad: “Creo que tú debes aprovechar los nuevos cursos de servicio, instalados en el Ministerio de la Comunicación. Muchos compañeros nuestros se prestaron a prestar ayuda en la Tierra, en los campos visibles e invisibles al hombre, acompañados, todos ellos, por nobles instructores. Podrías conocer las experiencias nuevas, aprender mucho y cooperar con excelente acción individual. ¿Por qué no lo intentas?”

André se siente entonces dominado por esperanzas diferentes, relativamente a sus tareas, conforme afirma. Llevado por Tobías hasta la residencia de Aniceto, entidad que se ligaría fundamentalmente a su vida espiritual, mantiene con él un diálogo fraterno, concienciándose del trabajo y de las nuevas responsabilidades por venir.

André acepta, jubiloso, la nueva y fascinante etapa existencial. Y dice: “Una misteriosa alegría me dominaba enteramente, una sublimada esperanza me iluminaba los sentimientos. Aquel deseo ardiente de colaborar en beneficio de los otros, que Narcisa me encendió en mí interior, parecía llenar, ahora, la copa vacía de mí corazón. Trabajaría sí. Conocería la satisfacción de los cooperadores anónimos de la felicidad ajena. Procuraría la prodigiosa luz de la fraternidad, a través del servicio a las criaturas.”

Y olvidando el propio nombre, que deja atrás por amor a Dios y las criaturas, se reviste transitoriamente de otro personaje, para enseñar y amparar mejor.

Surge André Luiz.

SU OBRA:

1. NUESTRO HOGAR, 2. LOS MENSAJEROS, 3. MISIONEROS DE LA LUZ, 4. OBREROS DE LA VIDA ETERNA, 5. EN EL MUNDO MAYOR, 6. ACCIÓN Y REACCIÓN, 7. LIBERACIÓN, 8. ENTRE LA TIERRA Y EL CIELO, 9. EN LOS DOMINIOS DE LA MEDIUMNIDAD, 10. MECANISMOS DE LA MEDIUMNIDAD, 11. EVOLUCIÓN EN DOS MUNDOS, 12. CONDUCTA ESPÍRITA, 13. SEXO Y DESTINO, 14. DESOBSESIÓN, 15. Y LA VIDA CONTINÚA, 16. AGENDA CRISTIANA, 17. SOL EN LAS ALMAS, 18. SEÑAL VERDE, 19. DIRECCIONES DE PAZ, 20. OPINIÓN ESPÍRITA, 21. ESTUDIE Y VIVA (estos dos últimos con Emmanuel).